"Después de la función, los hilos de Casimir pendían del techo como todas las noches, mientras su cuerpo de madera tallada se balanceaba en la oscuridad de aquella fría habitación.
Habían pasado muchos años desde que su amo comenzó a crearle las piernas, a tallar sus facciones risueñas y a confeccionar el traje de arlequín que lucía en cada una de las funciones del gran teatro de marionetas.
Tanto tiempo había pasado desde su nacimiento que comenzaba a sentir como la carcoma le perforaba lentamente el corazon y la pintura esmaltada de sus lagrimones se escamaba poco a poco hasta caer al suelo. Pero su dueño titiritero volvería a pintarle una nueva lágrima a la mañana siguiente, a repasar su sonrisa de rojo carmín y a remendar sus ropas descoloridas para que siguiera revoloteando en la tragicomedia de los teatros infantiles.
Y es que todas las noches el antiguo arlequín lucía como ningún otro títere entre las candilejas. Su éxito era tal que las risas y los aplausos de los niños le ensordecían sus oídos cada vez que bajaba el telón... pero aquella efímera alegría se tornaba tristeza cuando, al final de cada función, su cuerpo era abandonado y colgado en la oscuridad de los sótanos. Sólo las ratas oían sus lamentos.
Una noche, mientras los títteres danzaban en grupo en plena obra, una de las velas que adornaba el escenario prendió los inmensos cortinajes del teatro de marionetas. El fuego envolvió a cada uno de los titireteros y todos los presentes en el espectáculo corrieron enloquecidos intentando encontrar la salida.
Pero aquella noche nadie consiguió salir del teatro, pues el techo cedió al ser devoardo por las llamas y cayó sobre el público, aplastando sus cuerpos entre las brasas.
Todo desapareció en aquel incendio, junto a los cuerpos calcinados de las marionetas que se consumieron hasta convertirse en polvo...
Bajo la luna, el viento comenzó a soplar dulcemente y se llevó a Casimir lejos de los restos de su antigua cárcel. Sus cenizas se elevaron en un vuelvo que soñó desde el mismo momento en que las manos que apresaron su vida le tallaban el corazón y le pintaban una falsa sonrisa.
Mas allá de un teatro devorado por las llamas, las cenizas de los muertos volaron en libertard, tocaron las estrellas y descendieron hacia el mar. "
Victoria Francés.
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